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Articles Medicina Tradicional Xinesa

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Acupuntura: cada vez más reconocida por Occidente

Esta milenaria técnica china funciona armoniosamente, promoviendo un flujo de energía sin obstáculos. Sus buenos resultados la hacen cada vez más difundida en el mundo occidental
Por Peter Sanftmann - La Gran Época
La acupuntura tiene miles de años y es uno de los cinco pilares de la medicina tradicional china. Utiliza agujas  insertadas en puntos en el cuerpo humano para aliviar las enfermedades y el dolor.

Las bases filosóficas y teóricas de la acupuntura se formularon hace 2.000 años, donde es fundamental la imagen de la fuerza vital del cuerpo, llamada también energía vital o "qi" en chino, pone todo en movimiento en la vida.
La energía vital está siempre en movimiento, incluye las funciones de nuestros órganos internos y los ritmos del cuerpo, tales como la respiración, la digestión, el sistema inmune y el funcionamiento de nuestros músculos.
Similar a cómo corren los ríos a través del paisaje, los meridianos de energía atraviesan el cuerpo y suministran la energía vital. A lo largo de estos meridianos se encuentran los puntos de acupuntura que  pueden ser utilizados para influir y regular el flujo de energía del cuerpo.
La energía de una persona sana (qi) fluye armoniosamente sin obstáculos y es es fuerte. Según la medicina china, las enfermedades surgen cuando estos canales de la energía se ven obstaculizados ya sea a través de un exceso o una obstrucción.
La investigación de la acupuntura ha logrado algunos avances. Sin embargo, hasta la fecha, la ciencia moderna sólo se explica la eficacia de la acupuntura por la presencia de la adenosina, un compuesto responsable de muchas funciones del cuerpo en los puntos de inserción de la aguja. La acupuntura tiene un efecto inmediato en el sistema inmune y en la percepción del dolor.
Los estudios han comprobado ya los efectos positivos de la adenosina en la reducción de la presión arterial y el ritmo cardíaco. La adenosina también promueve el sueño, disminuye la inflamación, y puede alterar los impulsos nerviosos no deseados que desencadenan el dolor.
La acupuntura funciona de forma diferente en diferentes personas. Investigadores de la Universidad de Rochester en Nueva York, encontraron una posible explicación en la variación individual. Sus experimentos de laboratorio aislaron una proteína llamada A1 que parece desempeñar un papel decisivo en los efectos de la acupuntura. Si el cuerpo carece de esta proteína, la eficacia de la acupuntura es débil.
Sin embargo, la acupuntura funciona armoniosamente, promoviendo un flujo de energía sin obstáculos. Occidente siempre estuvo poco convencido del mejoramiento de la salud con la acupuntura, pero los resultados han hecho que se reconozca cada vez más esta práctica.
Según los escritos antiguos, muchos renombrados médicos en la antigua China poseían habilidades en el manejo de la acupuntura y tenían una cosa en común: todos eran cultivadores budistas o daoístas. Estos individuos estaban dotados de gran sabiduría y tenían facultades sobrenaturales que les permitía diagnosticar y tratar enfermedades
http://lagranepoca.com/acupuntura-cada-vez-mas-reconocida-por-occidente


15/02/2012
TAOÍSMO: Introducción a la Alquimia interior
Jordi Vilà i Oliveras
Una de las más fascinantes derivaciones del saber taoísta es la alquimia, un arte que en principio no se relacionaba con el Taoísmo, pero que más adelante adaptó las teorías de éste.



El Taoísmo chino se ha formado a lo largo de más de dos milenios, en una compleja mezcla que va mucho más allá de una división artificial entre un taoísmo “filosófico” de corte humanista, y uno “religioso”, supersticioso y por tanto, inferior al primero. En realidad, el conjunto de prácticas que conocemos como Taoísmo es una fusión de distintas vías de especulación filosófica, centradas en dos figuras capitales – Laozi, el fundador del Daoísmo, y Zhuangzi, un extraordinario narrador que elucida las ideas del anterior en un lenguaje literario exquisito –, a las que se pueden sumar distintas técnicas arcaicas de éxtasis provenientes del Sur de China, la alquimia operativa y la alquimia especulativa, las técnicas de fomento de la salud y larga vida de los maestros en ciencias ocultas, las técnicas de exorcismo y curación ritual, la antigua medicina china y regulaciones religiosas inspiradas en el budismo.
Una de las más fascinantes derivaciones del saber taoísta es la alquimia, un arte que en principio no se relacionaba con el Taoísmo, pero que más adelante adaptó las teorías de éste. El origen de la alquimia (lian dan, fusión del elixir) queda atestiguado históricamente hacia el siglo II aC, pero encuentra sus orígenes textuales en el siglo III dC, donde se la describe como una técnica ritual compleja, que incluye teorías cosmológicas, reglas para el mantenimiento de la salud, química, metalurgia, medicina y tradiciones esotéricas, destinada a propiciar la comunicación con unos “Seres Perfectos” que viven apartados en una isla mística, e incluso llegar a formar parte de su comunidad ultramundana. Desde principios de nuestra era, la búsqueda de esta isla de bienaventurados queda en manos de la cofradía de los fangshi (maestros en artes ocultas), maestros en técnicas respiratorias, medicina, astronomía, geomancia, adivinación, música, adivinación, etc., que se transmitían oralmente de maestro a alumno en forma de ceremonias de iniciación. Las creencias de estos especialistas se fundieron con técnicas pertenecientes a escuelas independientes como la del yin-yang y la de los Cinco Agentes (wu xing, madera, fuego, tierra, metal y agua), absorbiendo los principios de éstas para formar un solo corpus.
Los fundamentos teóricos de la alquimia consistían en la creencia de que, a lo largo de un proceso meticulosamente estructurado, y gracias a la utilización de distintos productos minerales y materias vegetales, el adepto podía llegar a crear químicamente un tipo de materia (una medicina, un elixir, oro…) libre de todas las imperfecciones causadas por el paso del tiempo, y capaz de restituir el momento primordial anterior a que el mundo se dividiese en las dos polaridades opuestas del yin y el yang.

Lo más importante en esta creencia era que durante el proceso de creación de un oro perfecto, el cuerpo y el alma del alquimista se irían purificando simultáneamente, transformándole en una persona más evolucionada, liberada de toda la escoria adquirida durante la experiencia de la vida, y capaz de recrear el mundo. El trabajo operativo en el laboratorio (wai dan, alquimia externa), encuentra su eco en el trabajo interior del adepto (nei dan, alquimia interna) y en textos medievales chinos se anuncia la necesidad de completar la vía interna, que se ve como superior, para poder alcanzar la meta final del método inferior que es la alquimia externa.  

Hacia el siglo IV, con el desplazamiento de la élite cultural china hacia las regiones del Sur, la alquimia operativa y el complejo sistema de creencias que actualmente conocemos como Daoísmo (Taoísmo), y coincidiendo con la muerte por envenenamiento de varios emperadores en el siglo VII, la alquimia externa va cediendo su lugar a otro tipo de práctica, denominada alquimia interna (nei dan) aunque una denominación más precisa sería jin dan (elixir de oro) o huan dan (elixir convertido).

La alquimia interna es una forma de cultivo interior que conduce a la trascendencia, y que emplea el lenguaje de la alquimia operativa para describir las sucesivas fases del trabajo. Su meta consiste en la reunificación de las energías corporales y ha sido el principal método de cultivo interior en el Taoísmo durante más de mil años. Sin embargo, su propia tradición escrita es explícita al referirse al hecho de que los secretos más importantes nunca son revelados en los textos, sino que dependen de la tradición oral y deben aprenderse directamente de un maestro iluminado.
La labor del alquimista es recuperar la pureza de la energía anterior al mundo material, representada por el período prenatal (denominado “anterior al Cielo” en los textos). Al ser todo el mundo manifestado (“posterior al Cielo”) una tensión entre dos polos opuestos, denominados yin y yang, esto sólo puede lograrse mediante prácticas de profunda meditación contemplativa.
Para permitir a los adeptos realizar el duro camino hacia la perfección que han elegido, en la alquimia interna nei dan (más o menos a partir del siglo X), se usan principalmente tres teorías distintas, que permiten ir completando las distintas etapas del trabajo:

En primer lugar, se toman prestados de la alquimia operativa (jin dan “elixir de oro”, o lu huo “fuego de hornillo”) nombres como mercurio y plomo, con los que se creaba un tipo de masa con la que se sellaba el crisol; el oro, símbolo de la incorruptibilidad o el cinabrio o sulfito natural de mercurio (HgS), que es un tipo de mineral rojo abundante en el sur de China, muy relacionado con las ceremonias mortuorias desde el siglo VI a.C., y que formaba parte esencial en la composición del elixir. La dificultad reside en el hecho de que un mismo nombre puede significar distintos elementos en distintas fases de la obra (p. ej. el mercurio puede ser el yang mundano o el yin puro, el alma, la mente, etc). Los grandes centros energéticos del cuerpo humano, en los que se desarrollan las diferentes etapas de transmutación, llevan el nombre de campos de cinabrio (dantian).

En segundo lugar, la alquimia hace uso extensivo de los conceptos filosóficos surgidos de una antigua rama del Taoísmo conocida como Huanglao, binomio compuesto por el nombre de los dos grandes fundadores legendarios del Taoísmo: Huangdi, el Emperador Amarillo, uno de los padres de la civilización china y patrón de las ciencias ocultas, y Laozi, el Viejo Maestro, fundador histórico de la filosofía que posteriormente se denominaría taoísta y redactor del breve y enigmático Daodejing (Libro del Tao y su virtud). Todo el proceso alquímico se basa en la noción de “inversión” (fan), el retorno que es uno de los temas centrales del texto de Laozi. Además, la obra inferior, vista como el proceso previo a la auténtica transmutación, emplea la acción premeditada (you wei), que se contempla como una “virtud inferior”, muy por debajo de la acción sin afección (wu wei), usada en las fases finales del trabajo, en la que sólo la contemplación más natural y espontánea permitirá la creación del elixir de la larga vida.

En tercer lugar, se emplea la simbología de los trigramas y los hexagramas del Yijing (el Libro de los Cambios), que sirven como marcadores de los momentos exactos que indican las etapas del trabajo. Cuatro de las sesenta y cuatro figuras de este texto sapiencial representan los elementos y las “medicinas” con las que se trabajan, y los otros sesenta simbolizan el paso del tiempo (dos hexagramas para cada día del mes lunar) y se usan como indicador del tipo de energía celestial que domina en un instante preciso y como mapa del aumento y disminución de las energías yin y yang dentro del propio cuerpo. El mayor secreto de la alquimia china, el llamado “proceso de cocción” (huo hou lit. fases del fuego), consiste en cómo utilizar estos símbolos de manera correcta. Según todos los maestros, este secreto jamás se ha puesto por escrito en ningún libro.
Estas tres tecnologías se mezclan para lograr el método de reunificación de dos componentes vitales en el interior del Ser Humano: por un lado, los aspectos psíquicos, emocionales e invisibles, denominados xing (naturaleza innata), y los aspectos físicos, energéticos y orgánicos llamados ming (vida). En la fase prenatal, el embrión humano contiene en sí mismo ambos aspectos de manera unificada, pero después del nacimiento, se van distanciando (xing asciende hacia la cabeza y ming desciende hacia el abdomen y los genitales), hasta que su separación provoca el fin de la vida.
Para llevar a cabo la Gran Obra que volverá a unir los dos componentes, el adepto contempla su propio cuerpo como el laboratorio; el corazón y los riñones son el crisol y el horno y las materias que deberán usarse son los Tres Tesoros:
Esencia (jing), que corresponde grosso modo con el cuerpo físico
Energía (qi), que se asocia con el aliento interior, la energía vital y también con la respiración
Espíritu (shen), que se relaciona con las funciones de la mente.
El alquimista debe recoger estos tres elementos, como si de minerales o plantas medicinales se tratase, y mezclarlas dentro del crisol (los centros psíquicos dantian, que pueden situarse en distintas partes del cuerpo), para su cocción, gracias a la acción del pensamiento concentrado, que representa el fuego.
Este trabajo se completa en cuatro etapas claramente diferenciadas, que pueden variar ligeramente, dependiendo de la escuela o el maestro, pero que siguen un proceso gradual de refinado interior. Un poema muy famoso dentro de la tradición alquímica dice así:
Fundir la esencia y transmutarla en energía (lian jing hua qi )
Fundir la energía y transmutarla en espíritu (lian qi hua shen )
Fundir el espíritu para retornar al Vacío (lian shen huan xu)
Fundir el Vacío para unirse con el Tao (lian xu he Dao)
Cuando el cuerpo, la respiración y la mente se funden en una sola unidad, se obtiene el “elixir” (dan, lit. “cinabrio”, como hemos visto anteriormente), que es un tipo de medicina destinada a reparar los daños provocados por el paso del tiempo y por distintos factores emocionales, físicos, energéticos, sexuales o alimenticios, que conducen a una pérdida continua de vitalidad en forma de goteo (lou), que termina conduciendo a la muerte.
Es por ello que, durante el proceso alquímico, en la práctica se tiende a sintetizar distintos elementos de las prácticas daoístas: técnicas respiratorias, visualizaciones, ejercicios energéticos (hoy conocidos como Qigong), alquimia, meditaciones, masajes y dieta.

El alquimista debe realizar un proceso destinado a “fijar” el alma yin, terrenal (po) movida por las pasiones y las emociones, que se convierte, después de la muerte, en un espíritu telúrico, controlando a su gemela, el alma yang, celestial (hun), de naturaleza luminosa,

El adepto buscará someter sin cuartel a todas aquellas actividades humanas que otorgan poder al alma po, responsable de la división entre el yin y el yang que moran en el interior de cada ser humano, y ejercitarse en técnicas que sublimen al alma yang para que ésta pueda volver a reunir los polos opuestos y alcanzar la unidad.

Entre estas prácticas se encuentran métodos para afinar la respiración hasta suspender cualquier movimiento externo que la delate, en forma de Respiración Embrionaria (tai xi); la abstención de alimentación sólida durante períodos prolongados de tiempo (bi gu, lit. abstención de cereales), y la retención de la eyaculación en hombres o la suspensión de la menstruación en mujeres. Como se puede observar, todas estas técnicas están destinadas a evitar las tres principales acciones humanas que perpetúan la vida: respiración, alimentación y procreación.

Al no permitir ninguna expresión exterior de las fuerzas vitales, éstas pueden concentrarse en el interior, dando nacimiento a un nuevo ser humano, invisible e intangible, pero rector de todas las actividades en el interior del adepto. Este ser humano, constituido de qi, la energia-aliento material que es el eje central de la filosofía energética de China, es representado por la imagen alquímica del Elixir de Oro, una píldora refulgente y llena de vida que aparece en la superficie del crisol en la fase final de la alquimia operativa.

Este homúnculo representa el alma del alquimista, y poco a poco se le permitirá exteriorizarse fuera del cuerpo del adepto durante breves instantes que irán prolongándose paulatinamente. Esta alma inmortal, libre de la escoria de la dependencia de la temporalidad, es llamada en algunos textos Flor de Oro (jin hua), un brote de energía pura que eclosionará cuando se corte el último de los lazos con la energía caduca que vamos adquiriendo a lo largo de la vida. Finalmente, una vez consumada la Gran Obra, abandona el cuerpo físico y asciende a los Cielos.

El verso 33 del Daodejing dice: “morir pero no desaparecer: he aquí la longevidad”. A lo largo del proceso, el alquimista, aún sujeto a la inevitable muerte, ha reordenado su cosmos interior y lo ha armonizado con el macrocosmos natural, y lo ha conseguido en esta vida, manteniendo su corporalidad y sin renunciar a la cotidianeidad, realizando en verdad una Gran Obra.

Un gran alquimista llamado Liu Yiming (1734-1821) escribió: “No existe ningún Elixir de Oro fuera de nuestra propia naturaleza fundamental. / Cada ser humano posee este Elixir de Oro completo en su interior: / todo el mundo lo posee totalmente completado. / Un sabio no posee más cantidad, ni una persona ordinaria tiene menos. / Es la semilla de la inmortalidad y el estado de Buda, / la raíz de la nobleza y la sabiduría”.

 




14/02/2010
COSMOLOGÍA: Los orígenes míticos del Yijing (I'Ching)
Jordi Vilà
"El concepto del yin y el yang es una de las aportaciones más universales de la cultura china". Fragmento de la introducción de la nueva y completa traducción castellana de este libro fundamental.



Fu Xi, el Domesticador de Animales, es el auténtico padre de la civilización china. Las leyendas chinas afirman que vivió entre el 2852 y el 2738 a.C., y se le atribuye la invención de las normas de civilización, las técnicas de cálculo mediante nudos en cuerdas –al estilo de los quipus andinos, y ésta no es la única coincidencia entre la cultura china y la paleoamericana–, la cocina, las técnicas de caza y pesca, etc. No es difícil ver en la figura de Fu Xi el recuerdo atávico de los principios de la cultura ganadera. Su sucesor, Shen Nong, el Agricultor Mágico, representará el paso del pastoreo a la civilización agrícola y sedentaria; finalmente, el tercer gran héroe chino, Yu el Domesticador de las Aguas, se convertirá en el símbolo de la civilización y la ingeniería.
Dice el Libro de los Venerables Documentos: «El mapa del río y los Ocho Trigramas se remontan a tiempos del reinado de Fu Xi, quien vio surgir un caballo-dragón de las aguas del río Amarillo, y a partir de las marcas que éste llevaba en el lomo, diseñó los Ocho Trigramas». Fu Xi vio en estos signos un mensaje del Cielo, lo que le indujo a penetrar en los misterios de su entorno, tal y como se describe en los apéndices del Yijing: «Cuando en la antigüedad el honorable Bao-Fu-Xi, soberano del mundo entero, miró hacia arriba para contemplar las imágenes que había en el Cielo, y luego hacia abajo para observar los modelos surgidos de la Tierra, observó los dibujos de cada ave y de cada bestia, y qué cosas eran adecuadas para la Tierra. Para lo cercano, eligió [compararlos con] su propio cuerpo; para lo lejano, escogió [compararlos con] otras cosas, y a partir de ahí creó los Ocho Trigramas».
Las señales en el cuerpo del dragón estaban dispuestas según un patrón que más tarde se llamaría hetu, «diagrama del río [Amarillo]». La naturaleza dual del caballo-dragón, animal místico, reviste una gran importancia: el dragón es el animal simbólico asociado, en el Libro de los Cambios, al yang puro, al poder creativo del Cielo y al hexagrama Qian; por su parte, el caballo –más precisamente la yegua– es el animal representativo del yin puro, del poder pasivo de la Tierra y del hexagrama Kun. La fusión de las dos energías primordiales en un solo ser es un hecho de una trascendencia capital.
El concepto del yin y el yang es una de las aportaciones más universales de la cultura china, que considera este binomio el mecanismo que mantiene el equilibrio de un sistema. Yin y yang no son, en absoluto, fuerzas primarias ni poderes cósmicos, sino «utensilios» de clasificación.
Etimológicamente, los conceptos yin y yang se referían exclusivamente a las laderas sombría e iluminada de una montaña: yin está formado por el radical «ladera», más un conjunto de caracteres que significa «en el momento presente hay nubes». Su carácter simplificado incluye el radical «ladera» más el carácter «luna», lo que da una idea general de su polaridad. Yang está formado por el radical «ladera» más un conjunto de caracteres que representan los rayos del sol. Su carácter simplificado muestra el radical «ladera» y el ideograma «sol», exponiendo las características de su polaridad. De esto no debe deducirse una noción antagónica de dualidad, sino un sistema dinámico de complementariedad y equilibrio, una visión cíclica y relativa del Universo, en la que el yin llegado al extremo originará el yang y viceversa: yin y yang no son cosas independientes, sino dos fases de un mismo fenómeno. Los textos canónicos Zhou que exponen la teoría del yin y el yang la relacionan con las diferentes técnicas de adivinación vigentes en tiempos de las antiguas dinastías.
Se puede suponer que la teoría del yin y el yang apareció en la Edad del Bronce, en el seno de la casta chamánica, y que desde su origen se asoció con las ideas de adivinación y pronóstico. El estudio del diagrama del río Amarillo desembocó en la concepción de ocho figuras de tres líneas que podían otorgar información sobre la estructura intrínseca de todas las cosas del mundo en términos de complementariedad: calor-frío, luz-oscuridad, movimiento-quietud, firmeza-ductilidad, etc. Recurriendo solamente a estas ocho figuras paradigmáticas, Fu Xi intentó explicar el espacio y el tiempo, ordenar la realidad y descifrar el lenguaje en el que se expresa el mundo. El resultado fue la comprensión de la inmutabilidad del cambio, la permanencia de las transformaciones; en lugar de comprender la mecánica del mundo de forma estática, Fu Xi propuso una mirada dinámica y compleja, que no se basa en la permanencia, sino en las continuas transformaciones y evoluciones.
En esta leyenda quedan también definidas de forma muy clara algunas de las ideas que impregnarán los métodos mánticos chinos. El mundo estaría articulado gracias a algún tipo de esencia espiritual que puede ser intuida por los sabios y que permite establecer conexiones entre lo que está arriba –las imágenes suspendidas en el Cielo, como los astros– y lo que está abajo –el mundo natural y humano–. Además, como esta esencia espiritual sigue unos patrones inalterables, se podría llegar a comprender cómo se manifiesta: el discernimiento de la evolución de los patrones implicados en un suceso dado permitiría, a priori, adelantar acontecimientos y predecir el futuro. Tanto los patrones como la esencia espiritual subyacente y las relaciones de correspondencia –o resonancia, siguiendo el lenguaje empleado en el Libro de los Cambios– se podrían expresar mediante símbolos abstractos, numéricos, geográficos, naturales, etc., codificados en ocho figuras elementales conocidas como «trigramas».
Ahora bien, ¿este futuro es inamovible o es susceptible de modificación? La leyenda de Fu Xi nos dice que el destino sigue un patrón fijo, pero este patrón puede ser modificado gracias a las normas de comportamiento que rigen la moralidad y las costumbres, a la adaptación al medio o a la comprensión de la propia posición en el orden cósmico.
Según algunos comentarios encontrados en los Registros oficiales de la dinastía Han, en los Escritos del príncipe de Huainan y en los Ritos de los Zhou, originariamente existieron tres Libros de los Cambios distintos, aunque basados todos ellos en los trigramas. El primero, asociado a la dinastía Xia de los siglos XXII-XVII a.C., la más antigua de las dinastías chinas, se denominaba Lianshan yi Cambios de la cadena montañosa–, siendo atribuida al mitológico emperador Shen Nong, el agricultor mágico; el título de este primitivo Libro de los Cambios hace referencia a uno de los nombres del emperador –Maestro de la Montaña– y, en consecuencia, el primer hexagrama en su ordenamiento era Gen, montaña. El segundo Libro de los Cambios se atribuía a la siguiente dinastía, la Shang –siglos XVII-XI a.C.– y fue llamado Guicang yi Regreso a un lugar oculto, aunque en ocasiones se utiliza el homófono Cambios de la tortuga oculta–. Podría ser obra tanto del mítico Emperador Amarillo como de los emperadores Yao y Shun, herederos de los sabios Fu Xi y Shen Nong. En esta versión del Libro de los Cambios, el primer hexagrama era Kun, el Principio pasivo, seguramente en consonancia con la idea de ocultación incluida en el título. Hasta hace muy poco tiempo se suponía que estas dos versiones se habían perdido o incluso que jamás existieron, pero recientes hallazgos arqueológicos en templos ancestrales de los Zhou, en la provincia de Shaanxi, han sacado a la luz algunos fragmentos de textos mánticos que, según las hipótesis apuntadas por el historiador Li Ling en 1997, podrían ser partes de ambas obras, si bien es imposible deducir cómo se establecían los hexagramas. La tercera y más importante versión del Libro de los Cambios es el texto obra del duque de Zhou, conocido póstumamente como Wen Wang, el Rey Wen. Éste es el texto que actualmente conocemos como ZhouyiLos Cambios de la dinastía Zhou– y que comienza con el hexagrama Qian, el Principio activo.
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